Tomé la llamada con una invitación a escribir sin saber que iba a tener que investigar sobre la misma caja de Pandora. La coloqué en mi escritorio. Pasó ahí la noche, la miré, la dejé reposar. A la tarde siguiente decidí abrirla, tan abierta como las mismas bisagras permitían dejar salir preguntas como callejones sin salida. Escribir sobre una familia es difícil, mucho más si no hay nadie a quien preguntar esos detalles que provocan o estancan los giros de tuerca a las dudas que parecen ir a ningún lugar y que carcomen con heridas y dudas. A lo largo de pocas semanas abrí tantos archivos, busqué en bibliotecas, pedí favores, leí una y otra vez las memorias de mi abuelo como me lo permitían las fuerzas que me daba el poder llegar a contar esta historia. Invité a mis sueños a mis antepasados que ahora llamo con cariño Mis Mazzotti que trajeron a cuestas herramientas de trabajo en complicados viajes en barcos en los que cruzaron varias veces el Atlántico para llegar a México. [...]